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PUEBLA CÁRDENAS: MAESTRA DE VERDAD

PUEBLA CÁRDENAS: MAESTRA DE VERDAD


Por Ismael Vidales Delgado

Sin lugar a dudas, las mujeres, y en especial las mujeres maestras, han jugado un papel muy importante en las grandes transformaciones sociales del Estado y muy pocas han sido reconocidas en su exacta valía, más bien han sido víctimas de la injusticia y el olvido, tal es el caso que aquí relato. En una vieja revista titulada “Hidalgo” correspondiente al periodo septiembre-octubre de 1956, editada por el maestro Margarito Alcántara del municipio de Hidalgo, Nuevo León, nos encontramos la historia de una ejemplar maestra: Puebla Cárdenas.
Relata el maestro Alcántara que él fue discípulo en 5º grado de la maestra Puebla Cárdenas, precisamente en el municipio de Hidalgo, allá por 1913, cuando la escuela primaria era dirigida por Rodolfo Z. González. Pero hacia 1918 dirigiría la escuela de niñas
la maestra Cárdenas cuando Alcántara ejercía como maestro empírico.
La maestra Cárdenas se había iniciado empíricamente en Villaldama hacia 1905 y su expediente profesional sólo registra dos breves interrupciones en sus labores: una a causa de la Revolución en 1915 cuando trabajaba en Ciudad Victoria y el otro cuando dio a luz a su hijo Mario.
En su primer receso, la entonces joven maestra, se quedó sin empleo y teniendo la obligación de mantener a su madre doña Ambrosia Villarreal viuda de Cárdenas y a una tía anciana y ciega de nombre Victoriana, no vaciló en darse de alta en las filas consitucionalistas, presentándose ante “su General”, don Luis Caballero, qué a la sazón comandaba la Plaza de la Capital Tamaulipeca.
Don Luis le manifestó que por el momento no había más Escuela que la “Escuela de la Guerra”, que si quería tomar parte de ella, que se presentara en el Hospital Militar, con el carácter de enfermera, donde devengaría un sueldo del Ejército. Puebla Cárdenas no vaciló en cumplir la encomienda. Los soldados de don Luis salieron rumbo a Monterrey para después continuar hacia la Hacienda de Icamole y de ahí a la Estación Paredón a luchar contra el enemigo.
Esto ocasionó que no se hicieran necesarios los servicios de la joven enfermera en Ciudad Victoria, sino en la línea de fuego, para prestar primeros auxilios a los heridos. Así fue cómo llegó a su natal Hidalgo, N.L. el año de 1915 enrolada en el Ejército Constitucionalista, sirviendo a la causa en el desempeño de peligrosas comisiones en la línea de fuego, lo mismo que en el Hospital de sangre, prestando primeros auxilios.
Este trabajo escandalizó a muchas de sus amistades, quienes le endilgaron los peores calificativos, sin tomar en cuenta que Puebla Cárdenas era “un soldado” que exponía su vida entre el habitual silbar de las balas sobre su cabeza. El Dr. Pedro Castillo, instaló el Hospital de Sangre, en la casa ubicada por la Ave. Escobedo, cruz con Francisco Javier Mina, donde luego estaría la tienda de don Epifanio Lozano y en ese lugar hacía las curaciones a los heridos que llegaban a sus manos. La maestra Puebla sirvió en las tropas villistas y conoció con ellas los triunfos y las derrotas, y lo mismo estuvo en Torreón que en Sombrerete, Zac. militando entonces a las órdenes del General Heliodoro Pérez.
De esta plaza regresó otra vez al Estado de Nuevo León, a continuar trabajando como profesora, pues lo anterior sólo fue un paréntesis que hizo por necesidad y por amor a una causa que ya había triunfado y donde ya no eran necesarios sus servicios.
Allá por el año de 1930, se supo en Hidalgo que había contraído matrimonio con el fotógrafo don Jesús Ábrego, pero éste la abandonó pronto, por lo que continuaba trabajando en la Escuela para ayudar a su madre y a su tía, esa fue la segunda ocasión en que faltó a la escuela, para dar nacimiento a su hijo de quien se dice que se fue a radicar a Cuba.
La maestra Puebla se convertiría pronto el líder de los campesinos a quienes arengaba con sus encendidos y revolucionarios discursos en las improvisadas tribunas de los ejidos, también instruía a los agraristas sobre sus derechos logrados con la sangre derramada en los campos de batalla, que ella misma testificaba.
La maestra Puebla Cárdenas no se pudo jubilar porque no logró integrar el expediente de sus servicios, sin embargo decía, “ya en el invierno de mi vida, continúo trabajando frente a los bancos de la escuela dentro de las cuatro paredes del salón de clase. Al ocurrir mi muerte, me llevaré la satisfacción del deber cumplido.”
Así dijo y así fue. La maestra Puebla Cárdenas murió sin dar muestras de rencor ni de protesta por la injusticia que con ella se cometió. Posiblemente su deceso ocurrió antes de 1960. No conozco la fecha, pero gracias a mi amigo Pedro Nabor González conseguí estos datos y obviamente gracias a un romántico de la cultura, el maestro Margarito Alcántara que durante varios años publicó su revista cultural en el municipio de Hidalgo Nuevo León.
De entre los documentos que tenemos a la mano llama la atención el nombramiento que le expidió el presidente municipal de Villaldama, que a la letra dice:
Srita. Puebla Cárdenas.- Presente
Atendiendo a la aptitud, honradez y demás cualidades que en usted concurren, el H. Ayuntamiento que me honro de presidir, en Sesión Ordinaria de hoy, ha tenido a bien nombrarla Cuarta Ayudante de la Escuela Oficial de niños de esta Villa, con sueldo mensual de Ocho pesos, a contar desde el día primero del actual; esperando con sobrado fundamento se servirá aceptar el nombramiento que se le confiere.
Libertad y Constitución.
Villaldama, Septiembre 10 de 1905.
E. S. Zambrano - Presidente Municipal José M. Guerrero - Secretario

Y mi amigo Pedro Nabor escribió un poemita a su tía que dice:

A la Maestra Puebla Cárdenas

Tu no naciste del vientre
de una madre,
naciste de la pasión
de un pueblo,
fuiste explosión
del inconsciente colectivo,
no viviste en la revolución
la revolución vivió contigo.