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LOS PALMITEROS

LOS PALMITEROS


Por Andrés Treviño Morales

La monumental Sierra de Gomas enclavada en el lado poniente de Villaldama y Bustamante en el estado de Nuevo León, es fuente inagotable de trabajo, dadora de materia prima para sus habitantes, quienes hacían su “modus vivendis” del corte de palmito, de entre otros vegetales que también alargan la lista de productos que traía el palmitero para su venta.
No existe el dato exacto en que fecha del siglo XIX se empieza a explotar este producto para hacer la trenza; de lo que si estoy seguro es que a partir de la llegada del ferrocarril a estos dos pueblos, se empezó a comercializar principalmente a Estados Unidos de Norteamérica.
El palmito viene siendo el nuevo brote de la palma, que es de tallo muy alargado y recibe el nombre de coxoyo (palabra tlaxcalteca) y se corta de la penca de la palma antes de que abra la hoja y este es el momento apropiado para que el palmitero la corte, la traiga al pueblo, raje el palmito y luego lo hierva en un bote cuadrado, poniéndolo al sol para blanquearlo, para posteriormente vendérselo a las tejedoras (es) de trenza; ya sea por docenas (doce pencas) por gruesas (doce docenas) o por medias gruesas (seis docenas), según el interés del cliente.
El centro del comercio siempre era dentro de estos dos pueblos siendo la comunidad del Potrero jurisdicción de Villaldama y más que nada por estar más cerca de la sierra de Gomas.
Por los años cincuenta, el ochenta por ciento de los habitantes de estos dos municipios, practicaban el oficio de tejer trenzas del palmito, aunque para algunas personas era pasatiempo, lo cierto es que generaba dinero, que aunque poco, era de mucha utilidad para la compra de comestibles.
Familias completas se dedicaban a tejer desde la mañana, con un breve descanso al mediodía, posteriormente por la tarde continuaban con esta actividad.
En aquellos años, los que estábamos en la escuela, después de cubrir la jornada escolar, que por cierto muy larga ya que asistíamos en la mañana y en la tarde, al regresar ya nos estaba esperando un envoltorio de pitas de palmito para tejer, pues había que ayudar para conseguir el sustento diario.
Lo mismo sucedía con las personas que trabajaban de día, en la noche después de cenar, sacaban la silla o mecedora a la banqueta o al patio de la casa y se ponían a tejer y platicar un rato antes de acostarse, tejer el palmito era el motivo de reunión de varias familias o de amigos, donde surgían las clásicas carreritas y competencias de “haber quien tejía más”, además de enterase de los comentarios que circulaban en estas regiones, pero eso sí, las manos no debían de parar de tejer, había un dicho que por muchos años escuché “platicando y moviendo los dedos” o sea platicando y tejiendo esa era la interpretación del mensaje; por aquello de que alguien se emocionara con la plática.
La cantidad de trenzas que tejía una persona dependía de la experiencia como tejedor (a), los buenos tejían de una a dos por día, sin embargo había personas que tejían de tres a cuatro trenzas diarias, con esta cantidad se ganaba el sustento diario para la familia.
La elaboración de la trenza, era todo un proceso con los siguientes pasos: Comprar el palmito; Ponerlo a remojar; Rajarlo en pitas pequeñas; Tejer la trenza; Pelar la trenza, Quitar las pitas sobrantes (pelarla); Enredarla en la medida o tabla; Completar 24 brazadas; Venderla al comprador.
Los requisitos para la compra del producto eran los siguientes: El palmito debía de estar blanco; La trenza bien tejida; nada aguada; Bien contadas las brazadas; La medida, que fuera la establecida por el comprador; la tabla o palo debía de medir unos cuarenta centímetros lineales, con dos calvos casi en las orillas que servían para enredar o darle vueltas para que quedara formada la trenza.
Los tipos de tejidos de trenza que se realizaban eran: Trenza de pico (la tradicional); Trenza de rejilla. Esta ultima; la trenza de rejilla, se tejía sobre pedido del comprador, a veces la quería del color normal o de otros colores, el mismo les vendía la anilina (colorante) y en un bote o baño se ponía a remojar el palmito con el agua un poco caliente, para que el colorante penetrara más en el palmito y listo para tejerse.
También les vendía, un rollo de cinta delgada para que quedara cubierta la rejilla y se veía muy bonita.
La compra de este tipo de trenza era por temporadas cortas, cabe destacar se forma de cuatro pitas: dos a la orilla y dos entrelazadas formando la rejilla.
La trenza de pico, era la más usual y la de mayor comercio tanto nacional, como internacional; porque sabrá usted mi querido lector, la exportaban los compradores a los Estados Unidos de Norteamérica, obviamente los dos tipos de trenzas.
En mi pueblo, Bustamante, en el cine municipal cuando no traíamos para entrar a ver aquellas películas que llenaban el requisito de bobas, pero eso sí ¡ Como nos divertíamos ! Pues ahí mismo nos compraban la trenza y nos daban el sobrante! Debo destacar que esto era cuando estaba la concesionaria del teatro y a la vez sala de cine, me refiero a la mamá (+) de los señores Santos Cárdenas, también compradores mayoritarios de estas dos trenzas.
Decía mi madre ¿ quieres ir al cine ? pues teje una trenza extra o complétala de aquí al jueves o al sábado. Las funciones se daban hasta el domingo, que era un día de fiesta para los nativos de mi pueblo.
Cuando menos una vez a la semana asistía, pues como me iba a perder una hora y media de balazos de aquellas pistolas, que nunca se les terminaban las balas o aquellas películas del Santo y Blue Demond, Resortes, Tin Tán y Marcelo, Clavillazo, Viruta y Capulina, y el inolvidable Cantinflas, con su manera tan peculiar de bailar, todo me gustaba del cine, hasta la música que ponían antes de iniciar la película, aquella de Emilio Tuero, como “Quinto Patio”, me encantaban los tangos de Gardel, y las melodías aquellas de los Panchos, etc.
Aunque otro día mi progenitora me decía, ¿ Qué tal estuvo la película ? la clásica contestación era, me encantó, y decía, pues ahora come cine ya que no tengo para darte de comer; claro, esto lo decía a manera de reproche y casi me decía, pues ahora a tejer trenza para seguir comiendo. Tiempos difíciles, pero que sirvieron como ingrediente para buscar un futuro mejor y darle un poco del fruto recibido, producto de las ganas de superación que siempre nos inculcó.
Quiero regresar, para contarles de los compradores de trenza de palmito, lo último que menciono, porque en muchas ocasiones ellos mismos se encargaban de llevarles la materia prima a los hogares donde se lo encargaban, naturalmente para cuando terminaran el producto se lo vendieran a ellos.
De la lista de compradores sólo mencionaré algunos: Don José Garza y sus hijos”Milo” y Pepe, de la estación de Villaldama. Don Jorge, a quien apodaban “El negro” o “El cubano”.
Estos señores, recorrían todo Villaldama, Bustamante, el Potrero y Santa Fé, comprando trenza. La familia Garza hacía los recorridos en camionetas, por los caminos de terracería de aquella época. Don Jorge hacía el recorrido en un exprés o carrito de tracción animal, además visitaba las rancherías que estaban en las inmediaciones de los destinos que llevaba, se hacía acompañar siempre, de ese liquido cristalino, néctar la cocción de la piña del maguey, tal vez para ser menos pesados los trayectos que recorría por las jurisdicciones y municipalidades, todo el mundo conocía este singular personaje.
En Bustamante, los compradores de la trenza eran: La familia Santos Cárdenas, Doña Guadalupe Cárdenas de Santos y sus hijos Amaniel y Flavio Santos Cárdenas, tenían muchos clientes en Villaldama, el Potrero y rancherías aledañas a estos pueblos y pues Bustamante ni para que decirles, pero había otros compradores como: Víctor Salinas y la Sra. Guadalupe Sandoval, el Sr. Inés Zamora y el Sr. Domingo Gutiérrez y Sra., estos últimos compraban en menor escala pero también se consideraban como competencia. Doña Guadalupe Sandoval era la que compraba mucha trenza de rejilla blanca y de colores, los dos antes mencionados hacían el recorrido, en bicicleta Víctor, y la señora a pié. El señor Inés Zamora era muy alto, usaba sombrero, muy pulcro e impecable en su vestuario, compraba trenza por todo el pueblo a pié y muy esporádicamente compraba trenza de rejilla y la tradicional trenza de pico, combinaba esta actividad con la venta de mercancía que traía de Laredo, Texas y cómo no hacerlo si tenía una familia muy numerosa. Otro señor que junto con su mujer compraban trenza era don Domingo Gutiérrez, tal vez usted mi querido villaldamense halla recibido la visita de estos tres personajes en su casa, el matrimonio último, el señor tenía taxi y llevaba gente a la estación del ferrocarril de Bustamante, además cuando lo ocupaban para Villaldama siempre estaba dispuesto, era una persona muy bromista e inventor de chistes de todos colores y sabores acompañado siempre de una risa contagiosa; qué pasajero o vendedor de trenza se resistía a subirse a su taxi u ofrecerle su producto, tal vez un día con el permiso de su familia, escriba parte de su vida y su anecdotario.
Los palmiteros y los compradores fueron un binomio que siempre se necesitaban mutuamente. Los primero traían el palmito de la sierra de Gomas, de los diferentes rincones localizados a lo largo y ancho de la sierra, cabe mencionar que nada fácil era este oficio, debido a que las palmas tienen alturas diferentes, las conocí de ocho y diez metros de altura y en lugares sumamente peligrosos, pero la habilidad trepadora de estos admirables hombres no era impedimento para cortar los coxoyos de las palmas, una gruesa, dos gruesas o lo que aguantara el burro o si llevaba dos el palmitero le cargaba hasta más cantidad, los atoados los hacían con mecates alrededor del fuste (tipo montura) para que la carga viniera pareja y no se ladeara el animal, de esta manera caminara cuesta abajo con mayor seguridad, permítame decirle que si el burro, estaba fuerte le echaban un tercio de leña en medio de la carga de palmito, que servía para poner a hervir el palmito ya rajado, para después ponerlo a secar, blanquearlo y venderlo al cliente.
En cuanto a los compradores, era tanta la gente que tejíamos por aquellos años que había para todos, recuerdo, algunos de los compradores adelantaban dinero a cuenta de trenzas.
Sirva este relato como un pequeño homenaje que rindo a los palmiteros de la Sierra de Gomas y a la gente que hizo su “modo de vida” del palmito.
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