Villaldama, Nuevo León/ México pedronabor2@hotmail.com

EL RÍO

EL RÍO


Verdadero centro de diversión de niños, jóvenes y adultos
Por José Luis Solís

Como resultado de la falta de centros de diversión, en el Villaldama de los años 50s, las familias tomaban como un espacio de recreación el Río Sabinas para disfrutar de un buen momento de solaz y esparcimiento; para ello el río proporcionaba muy variados y hermosos parajes donde todos podíamos divertirnos. Estos lugares tenían un nombre que los caracterizaba, entre los que recuerdo, comenzando aguas arriba, se encontraban: “ Los Barrancos”, “El Degüello”, “El Puente de la Estación”, “El Borbollón”, “La Bermea” (aunque todos lo conocíamos como La Mermea), “El Puente”, “ El Basurero”, “Los Sauces”, “El Sauce de la Presa”, “El Ojito de Agua” y “La Nogalera” en donde a la postre se construyó la alberca municipal, “La Rosita”, “El Palito”, “El Paso” donde todos los que tenían coches los iban a lavar, también servía como abrevadero de los animales cuando pasaban los rebaños y por último el baño conocido como “Santa Fé”; había también un excelente paraje en El Potrero conocido como “Las Higueras” por la gran variedad de estas plantas, donde se podía ir de Día de Campo a disfrutar de la acequia con su corriente de agua cristalina y la sombra exquisita de los nogales con su nuez encarcelada o moscada.
En el verano, para las familias de la cabecera era un placer disfrutar El Río con baños nocturnos y agradaba saberlo cuando en la noche se escuchaba hasta la calle 5 (cinco de mayo) a las señoras tronar el agua, lo que hacían al golpear el agua con ambas manos a un tiempo y cruzarlas. Para los muchachos, según la zona donde vivías, era el lugar que más frecuentabas, así el pueblo lo dividíamos en dos áreas: Los de Arriba y Los de Abajo; que aunque a la fecha no he podido establecer cual era la línea de demarcación parecía que todos dábamos por hecho a donde pertenecíamos. Así, sin menospreciar a nadie, convivíamos y compartíamos estos otrora hermosos lugares, departiendo con todos risas, bromas y hasta pleitos los cuales a veces eran provocados por los mismos compañeros con el fin de divertirnos.
En aquél entonces era común que los niños se bañaran desnudos y las niñas y los adultos en ropa interior, aunque a finales de los años 50s estaba muy generalizado el uso de traje de baño traído de Laredo por supuesto; y los juegos eran “ha ver quien aguantaba más tiempo debajo del agua”, “echarte una maroma”, “cruzar el río nadando por abajo”, “a la roña, pudiendo esconderte nadando debajo del agua para escapar o para transmitirla cuando tú la traías”.
También ibas a tirarte unos clavados trepando a los sauces o brincando de los escalones de la presa. En época de la Cuaresma era muy común ir a pescar, normalmente con anzuelos comprados con Viviano o con Arturo Camacho o en casa de Lucita quién por cierto vendía muy buenos trompos y baleros, sin embargo los muchachos mayores iban a la pesca con red fabricada con tela gallinera de alambre donde se metían al agua de 3 a 5 personas para ayudar sobre todo cuando cueveaban, también estaban los de afuera quienes eran los que avisaban cuando salía una víbora, en algunas ocasiones inventada sólo por el afán de divertirse al ver como no nadaban, ¡volaban! los que estaban en el agua; además llevaban los ensartes de peces así como el jarro, la sal y la verdura para preparar el caldo con agua del río por la tarde, cuando terminaban.
Como olvidar la hora del recreo de la escuela de niños Miguel F. Martínez ubicada donde ahora se encuentra el Museo, cuando en el verano, apenas sonaba la campana la Señorita Herminia, como si fuera un mandato, todos corríamos al río para bañarnos y estar al pendiente para cuando sonara nuevamente anunciando el término del descanso, salir corriendo otra vez y llegar a tiempo para formarnos en la fila todavía escurriendo agua.
Tampoco puedo dejar de recordar cuando había una creciente y nos íbamos a bañar contendiendo contra la corriente en forma irresponsable cuando nos tirábamos en el puente que va a la Estación y salíamos en el puente de la iglesia (que conecta al Barrio Independencia) luchando por cruzar el río, escabullendo los troncos y ramas que venían con los arrastres de la avenida.
El tiempo ha pasado y aquel río que conocimos se ha convertido en una pequeña acequia, ahora cada vez que cruzamos los puentes sólo nos queda añorar los tiempos idos, con los recuerdos de esos felices días en EL RÍO.